El agujero mágico
Un día del libro de aventura y misterio
Para celebrar el Día del Libro, durante esta quincena, los alumnos de tercero y cuarto estamos desarrollando un taller de escritura dedicado historias de fantasía, misterio y miedo. Publicamos aquí el relato escrito e ilustrado por Tatiana Fernández.
El agujero mágico
Había una vez, en un pueblo muy humilde, una familia muy normal. Una tarde, cuando Esteban, el niño de la familia, venía del colegio, vio un bache en el jardín. Subió a su casa y preguntó a la madre qué era eso. La madre le contó que escuchaba ruidos, como de duendecillos trabajando.
Ya había pasado un rato cuando Esteban fue a investigar. Estaba todo muy oscuro. De repente ¡PUM!, se cayó. Cuando un montón de manos le acariciaban el rostro, llegó a un hermoso país. Él no se imaginó que ese país era horrible.
Pasaron unos minutos cuando Esteban se frotó el ojo con las manos y vio a un hermoso siamés de dos cabezas. Esteban se acercó a ver que era esa cosa tan rara pero, cuando iba a tocarla, una voz muy aguda que salía de esa cosa le llegó hasta el tímpano. Esteban se quedó sorprendido y dijo:
-¿Puedes hablar?
El gato, muy entrometido, respondió:
-¡Pues claro que puedo hablar!
Esteban se quedó con la boca abierta y le dijo al gato:
-¿Sabes dónde está la salida de aquí?
El gato dijo:
-Pues mira a tu alrededor y toma una.
Esteban miró y vio que un montón de flechas apuntaban algún camino. Volvió a mirar al gato pero ya no estaba. Él no se lo podía creer. ¿Cómo una cosa podría haber aparecido y desaparecido de la nada?
Cuando volvió a mirar al horizonte solo había dos caminos, el derecho y el izquierdo. Como él era diestro, decidió guiarse por su mano y siguió el camino derecho. Era todo recto, no había paredes ni puertas. ¡Estaba encerrado!
Esteban gritaba: ¡SOCORRO!, pero nadie lo escuchaba. Esteban se sentó en una esquina y se puso a llorar. Cuando pensó que estaba todo perdido, se le acercó una simpática oruga que le pretendía ayudar. Entonces, la oruga le dijo que si quería salir de ahí tendría que atravesar cosas como, por ejemplo, la pared que tenía delante.
Cruzó la pared y vio un hermoso castillo. Abrió sus grandes puertas. En el medio de una habitación había un sillón donde estaba sentado un joven. El chico le dijo que para volver a su pueblo tenía que jurar una cosa. Esteban dijo que sí.
El joven le mandó decir:
-Nunca más desobedeceré.
Acabó de decirlo y ¡de un PLIS PLAS! estaba en su casa.
Bajó las escaleras y la madre le preguntó qué había sucedido.
Él le dijo que la magia y los sueños se podían alcanzar.
Tatiana Fernández